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No frecuentéis estos lugares.





No frecuentéis estos lugares.
Volved a casa con vuestras mujeres, ved la televisión.
Pero sabed que la sobriedad puede ser el peor de los excesos.
No frecuentéis estos lugares.
No frecuentéis las fronteras en donde late la Vida.
Demasiada luz os cegará.
Frecuentad la iglesias, las oficinas bancarias.
Frecuentad las notarías y los buenos restaurantes.
Frecuentad lo previsible, lo que nunca daña.
No frecuentéis lo incómodo.
No frecuentéis estos lugares.
No entréis con una chica en llamas en ningún lavabo.
Son las 3.17 de la madrugada.
Que el amanecer nunca os sorprenda en la calle.
No frecuentéis la suciedad del éxtasis; el éxtasis siempre mancha.
Frecuentad bibliotecas ordenadas y playas limpias.
Frecuentad camas cálidas en donde no habite la rabia.
Frecuentad mesas siempre preparadas a la hora de la cena, frecuentad paisajes tranquilos.
Frecuentad gente amable.
Compraos un traje bonito.
Que la luz de la luna roja no os queme la piel.
No frecuentéis licores duros, ni lágrimas dulces ni lágrimas amargas.

No frecuentéis estos lugares, no pretendáis vivir.
Frecuentad una correcta profilaxis y un cumpleaños feliz.
Nunca cerréis el puño, nunca apretéis los dientes.
No olvidéis el paraguas; la tormenta siempre está en camino.

No frecuentéis estos lugares.
Y nunca, nunca seáis vosotros.




Leer en solitud.

Tolle, lege... /
Toma, lee...
y dejé de llorar y me levanté de aquel sitio.
(O algo así, que no me voy a levantar ahora a mirarlo) 
Confesiones, San Agustín.-

Leo para desesperarme cuando soy estúpidamente feliz, para alegrarme cuando estoy estúpidamente desesperado. Leo porque no me gusta cómo soy, leo para ser más yo que es una forma de ser otro. "Je est un autre", escribió Rimbaud. Leo para ser más de un hombre. Leo en bares solitarios de madrugada, leo en la playa cuando hay galerna y me quedo solo... Solo... yo solo... solitud. Recoged la ropa del tendedero, idiotas, que llueve... Leo para saber quién soy, para saber quién podría llegar a ser. Leo literatura de combate, leo a Sábato, leo a Dostoyevski, a Onetti y a Bergson. Leo a Nicolás de Cusa para ser un docto ignorante. No leo trilogías. No leo best-sellers ni novela negra. No leo para matar el rato. No tengo putas lecturas de verano. No me interesan tus autores. A Hesse, Lorca y Conrad me los ventilé a los veinte; sigo amándolos. Leo para no ser como tú. Leo hasta que me desangro, leo para resucitar. Leo buscando la pregnancia de la realidad. Leo libros de los años cuarenta, descatalogados hace décadas, que compro por cinco euros y que pagaría con mi mano derecha. Leo en el retrete mientras el mundo gira desesperado y asoma la cabecita un zurullo,... ¡Aleluya! May the good Lord shine a light on you....dos mocordos como dos soles; Rinconete y Cortadillo. Leo en terrazas de verano cuando ya ha oscurecido y la gente pide cocacolas y cuenta qué malos son los banqueros y que el niño no le come. Leo a Teilhard de Chardin, leo a Céline, a Krishnamurti y a Marx.  Leo en hospitales, leo cubierto de sangre y entrañas. Leo en estaciones de tren al amanecer. Leo como lenitivo para el dolor de los sueños rotos; sueños que eran dulces como tu primer amor. Leo en callejones por los que nunca pasarías. Leo mientras la madame palmea su "¡Chicas... al salón!" con voz burocrática y desgana. Leo rodeado de hombres muertos. Leo textos de hace dos mil años y que me dicen que mi dolor es antiguo y nada inédito... y yo que pensaba... Leo ensayos, leo poesía y leo filosofía. Leo -como Umbral escribe- para fijar la distancia entre las cosas y yo mismo.  Leo para desaprender todo lo que he leído. Leo mientras eyaculo sobre vientres blancos de mujer -a la manera de un Neruda sucio y sin mucho tiempo. Leo a Thomas Bernhard, a Roberto Arlt, a Mishima, leo a César Vallejo. Leo para soportar mi muerte, la tuya y la de todo lo que te rodea... la muerte de todo lo que te rodea... Leo en la barra, al fondo a la derecha, de un bar de chinos el Cuaderno Gris de Pla, uno de los pocos libros imprescindibles el lengua castellana. Aquí las jarras de cerveza son a uno cincuenta y me despacho varias. Los compadres me miran con curiosidad de entomólogos. Leo -creo que ya lo he dicho- para saber quién cojones soy. Leo libros desgualdrajados barzoneando en chiscones con un café enteco cuando la tarde ya adumbra y peleo con endriagos que me encalabrinan. Leo para prolongar el maravilloso espectáculo de estar vivo. Leo para cerrar un ciclo, leo para iniciar un ciclo. Leo a los estoicos, leo (releo) a Henry Miller, a Dante y a Montaigne, a González-Ruano y Jünger. Leo para sentirme incómodo, leo para aprender a apreciar mis días. Leo borracho de vino y luz, leo con lágrimas en los ojos, con risa de pirado. Leo a Gabriel Marcel y a Epicteto, a Lautréamont y a Baudelaire. Por supuesto, el spleen es más complejo que la saudade de Pessoa. Leo a Heidegger, leo una antología de Félix Grande -bendito seas, Félix-. Leo libros que robo, libros por los que mataría, libros que me llevé de tu casa después de dormir contigo y nunca te devolveré. Nunca volveré a verte, quizás. Debes saber que mientras lea este libro no volveré a amarte, puede que te ame siempre. Leo en medio de un paisaje nevado de enero, leo en la brisa de abril. Mientras te beso, leo. En un eclipse parcial de sol leo Las Confesiones de San Agustín. Leo.Y bebo. Y leo.. Y leo... Y bebo... Y leo... Y leo... Y leo...




Mónica.




Play it cool, we'll go around and around /
Pórtate bien, daremos una vuelta por ahí.
Dressy Bessy "Girl, you shout".

Mónica con su media melena rubia y sus tacones de modelo. Sale del baño sonriendo, se mira en el espejo del bar y se limpia el puntito de cocaína de la aleta de la nariz. Se le duermen las encías y le pica el corazón. Mónica trabaja en un despacho serio por el día y bebe whisky con Seven Up por la noche. Mónica siempre te gana al futbolín. Sus parches en el culo. Lleva camisetas de Custo que marcan sus tetas duras. Baila a Nacha Pop mientras cierran el bar. Mónica te habla de arte, de libros, de los cafés de Berlín y de su postura preferida en la cama. Después te susurra cosas sobre fotos con flash en una habitación en penumbra. Luego te enseña un tatuaje. Mónica es un chupito con sal y limón entucasaoenlamía. Mónica, aguas profundas y su boca. Los domingos se levanta tarde y toma Martinis con dos aceitunas al sol de invierno. Se ríe y huele a frambuesa.






Primavera en Pigalle.




"I tried the Bible, I tried the bottle, I tried the needle and I tried to love people
and in the end there ain't much to say and I stand here in my shoes, unable to move, 
my hat in my hands at the bottom of the ocean /

Lo he intentado con la Biblia, lo he intentado con la botella, lo he intentado con la aguja y he intentado amar a la gente
pero al final no hay mucho que decir y aquí estoy de pie en mis zapatos, incapaz de moverme,
con mi sombrero en las manos, en el fondo del océano".
"Book of James", We are Augustines. 


Boulevard de Clichy esquina Puget. Dios se masturba en Pigalle al caer el sol. Porque Dios siempre se ha reído de los hombres. Por veinte euros tienes una cerveza y un striptease de Anja a menos de dos metros de tu sillón. Por veinte euros sólo te enseña las tetas, nunca el coño, agarrada con fuerza a la barra vertical; cada uno nos agarramos a la barra del mundo como podemos. Tú también tienes tu barra. Anja lo hace muy bien, le aplaudo y me sonríe con ternura. Respeto su trabajo más que el tuyo. Quizás tenga dos niños esperándola para cenar en Saint Denis, quizás una tele demasiado pequeña, quizás un corazón muy grande. Si la tocas, el tipo de cien kilos con tatuajes acodado en la barra te rajará la cabeza con un puño americano; ni siquiera lo verás llegar. Anja sabe lo que piensas cuando mira a tus ojos, lo ha aprendido hace mucho tiempo, hace siglos. Salgo afuera y ha oscurecido luzdeneón. Ni una puta estrella sobre Montmartre, ni Henry Miller en el bar de la esquina, ni Toulouse-Lautrec dormitando en ningún café. Pobre Toulouse, feo, pequeño y cojo, tan lleno de fuego... Pobre tú, pobre yo. Si quieres fresas y guirnaldas, ve mañana a la Torre Eiffel. Haz muchas fotografías, enséñalas a la vuelta. En estas calles verás al Diablo en los ojos de una vieja, verás un ángel con las alas rotas esperando bajo una luz roja. Pido un Pernod sin agua y pienso en la mujeres que dejé de amar, en aquellas a las que amo, en aquellas que amaré quizás. Las terrazas llenas de deseo, pupilas y sudor. Semen corriendo por las avenidas, una oración en los labios duros como un puñetazo en la boca. Esto debe de ser la primavera en París, una pistola de terciopelo, un oasis de misericordia urgente, las Hermanas de la Caridad de la Santa Calle. Pido una cerveza para Ane (compañera, cum-panis, compartir el mismo pan) y la beso con toda la dulzura con que soy capaz. Sonrío porque ella es la única mujer en París que sabe por qué sonrío.










Bar "El Conejo", think tank (*).





Sanlúcar de Barrameda, Cádiz. Diez días -diez- a cara o cruz. Bonanza, barrio de pescadores pobres, piel quemada, ojos brillantes de sol y rabia, de tanta Vida. Los bares, mi spa. Resort de vacaciones. Manzanilla en rama y salmorejo. Ortiguillas  y amontillado, chicharrones y "palo cortao". Bar "El Conejo". Think tank * "El Conejo". En el Barrio Alto. Bodegas oscuras y luz de cal en las calles. Sin turistas. Y los compadres, Manuel el Gato y el Pistacho, senequistas ellos. Y las penas y las risas. A tomar por culo Marina D'Or, ciudad de vacaciones de clases pasivas y parejas sin futuro. Vino Cream de Jerez (no sabes ni de qué te hablo), endulza la lengua, quema el alma. Y las palabras siempre son difíciles de encontrar, algo lejano y caliente..  El Sur es la lágrima y el beso. Camarón llorando, allí, al fondo.  Os juro que lo he visto cantando para mí. El Guadalquivir te pega en la boca, fuerte. El Sur nunca tiene piedad y te susurra secretos viejos al oído.  El Sur no toma prisioneros. La sal y la piel, lo amargo del tiempo. La lujuria en los ojos.  Al final, quizás todo era nada. Ni siquiera aquel pecado fue algo. La penúltima y me voy. Me voy. Os juro que me voy ya. Amanece sobre el Atlántico. Y yo me voy, me voy, me voy...



* Think Tank (Wikipedia) :

Un think tank (en inglés, tanque de pensamiento) o laboratorio de ideas es una institución o grupo de expertos de naturaleza investigadora, cuya función es la reflexión intelectual sobre asuntos de política socialestrategia políticaeconomíamilitartecnología o cultura. Pueden estar vinculados o no a partidos políticosgrupos de presión o lobbies, pero se caracterizan por tener algún tipo de orientación ideológica marcada de forma más o menos evidente ante la opinión pública. De ellos resultan consejos o directrices que posteriormente los partidos políticos u otras organizaciones pueden o no utilizar para su actuación en sus propios ámbitos.



El día menos pensado.



El día menos pensado un ángel...
El día menos pensado, la flor en el cerezo.
El beso bajo la lluvia el día menos pensado.
Las cartas sobre la mesa, las cosas que nunca te atreviste a decir.
El día menos pensado.
Una llamada a las 15.37 de una tarde de verano.
El corazón a flor de piel.
Abro la botella que me regalaste, el día menos pensado.
El día menos pensado -la noche menos pensada- acabamos amaneciendo juntos.
Te lo advierto.
El día menos pensado.


El día menos pensado, mañana.









Callejón.

                                                                                    Sí, pero quién nos curará del fuego sordo, 
                                                                                    del fuego sin color que corre al anochecer...
Julio Cortázar, "Rayuela".-

Con exacta precisión,
 el momento entre medianoche y cataclismo.
Sueltas amarras en el azul de la tormenta.
Entre la madrugada y los besos.
Náufragos.


 


 

... y en medio de un gran estrépito se precipitará contra el suelo el mejor funambulista del mundo.



Asiento de primera con vistas a tu tanga.
Martinis y rocanrol.
El Universo entero ahora cabe en una banqueta de bar.

Como quien espera ver caer a un funambulista,

cuestión de tiempo  y miradas.
Risas de barra, espuma y cristal.
El blues de las chicas malas.

Y otro brindis con cualquier excusa.
Y trozos de luna colgados del techo del bar.
Y un dedo se desliza por una piel.
Y esa sonrisa tan antigua como el instinto.
Como quien espera ser devorada de un momento a otro, con azúcar por encima...










Bares de viejos.




Pues que me gustan los bares de viejos. Y los bares de chinos. Algún día haré una guía de los mejores de la ciudad. Podría regalarse junto al ejemplar del mes del Cosmopolitan o así. Por joder más que nada. Para ver la Vida real entre tanto imbécil y tanto guatsap. Qué pasa. Uno está tranquilico allí. A su rollo. Una cosa importante es que no te vas a encontrar a ningún modernuki gilipollas. Gafapastas que te dan la plasta con la mierda indie o indy o indi o te hablan de algún barrio guay de Nueva York. Que te calles, bocachancla. En fin, si hablamos de un bar de viejos regentado por chinos, ya es la hostia. Como un paraíso de barrio, un confesionario de palillo en boca, un pozal gintonic de MG que sustituye a esas avemarías absolutorias de antes. Una terapia verborreica de urgencia con desconocidos, un par de tintos peleones para el camino. Una casa de retiros espirituales al doblar la esquina, el spa del proletario de mono azul. Zen de plazoleta y esquina. O un sencillo trago exprés que echarte al coleto. Claro que casi nunca debes llevar a una mujer a un bar de viejos, eso no. En fin, a lo que iba... que Adelita, la camarera, es china y tengo serias dudas de que se llame Adelita porque es china. Que una china es difícil que se llame Adelita. No sé si me entendéis, que es raro, quiero decir. Me estoy liando con el silogismo o razonamiento circular o lo que sea. El pelma de Borges haría un cuento sesudo con esto. Bueno, que los parroquianos le llaman Adelita porque su nombre debe de ser la mar de complicado al ser china, suponemos todos. Adelita enseña a su hijo, un crío de unos seis años, a decir tacos. El niño también es chino y le llaman Patxi. Ahí lo dejo esta vez con lo del nombre. Sigamos,...  me gusta una madre que enseña tacos a su hijo detrás de la barra. Yo voy y colaboro y le enseño un par de expresiones tabernarias, que estoy hasta las pelotas de finuras y sutilezas, que he estado leyendo a Pessoa hace un rato. Ahí de pie, en la barra, con los compadres. Esta será la cuarta o quinta vez que le meto al Libro del Desasosiego. Y cuando le enseño tacos al pequeño cabrón se ríe como un cabrón pequeño, que es lo que es el Patxi. Un diminuto cabrón chinolis y salao.  En los bares de viejos siempre hay calendarios raros en la pared y una peli de vaqueros en una tele vieja, a cualquier hora. O fútbol, lo que es peor aún, un Málaga-Getafe a las seis de la tarde. Los calendarios suelen ser de algún negocio de fontanería, suministros de hostelería y así. Abundan los jubilados, claro.También suele haber gallegos. Y ahí están los andobas casi a cualquier hora, con sus cosillas... que si una jubilación anticipada por la espalda, ¿sabes?, que si mi niña se ha ido a Irlanda para trabajar... Joder, el Venancio con bastón, cómo ha perdido... Pues que la cosa está muy mala, qué le voy a contar, oiga. Y esas cosas tan otoñales y algo tristes, la verdad. Puerca Vida... Yo escucho. Y bebo. Y escucho y bebo y me arreo un chupito Bayley's que siempre me ha gustado y alegra el corazón del hombre. Yo es que suelo ir a los bares de viejos a horas insospechadas e intempestivas e increíbles e inusitadas. A las once y media de la mañana (de sábado, que uno es funcionario pero tiene su horario), a las cuatro de la tarde pasadas o a las diez de la noche. Y escucho las conversaciones, como digo.... Y bebo más cosas, a veces cafés, no vayáis a pensar que yo...no, no. Otras veces charlo con Marquitos mientras se atiza un solysombra antes de irse de putas. O con Aleksy, un polaco ex-taleguero que me juró  amistad eterna una tarde que estábamos borracho-putos de vodka bien frío. Esas charlilllas al sol en sillas de metal cedidas por alguna marca de cerveza española y cañí. Ah, y  tampoco penséis que los parroquianos son gente romántica, eso del fracaso y los sueños del hombre llano y la lucha cotidiana del trabajador y tal. Qué va, qué va. Ni leches,... ñecles,... cero. Son una pandilla de hijoputas resabiados casi todos. Alguno tiene más peligro que una mamada con ortodoncia. Pero uno aprende cosillas. Eso es lo que cuenta, ¿no? Que a esta vida se viene a aprender, dicen. Pues yo aprendo ahí más que en la Universidad esa a la que parece que un día fui. Ya te digo...



De charleta en la terraza de un "bardevi".













Sonría... todo va bien.




Some people like to r'n'r
But you're always singin' the blues
Social Distortion "Bad Luck".-

El pensamiento positivo. El buen rollo. El fluir con el universo. La sonrisa interior. Libros de autoayuda y canciones de Rosana. Emails de pelmas con historias enternecedoramente inútiles que se olvidan al cerrar el hotmail. El Papa Francisco es guay. Aprenda Feng shui en 15 minutos. La psicóloga me ha dicho que voy mejor de lo mío. Talleres de tai-chi para amas de casas adictas al Orfidal. Cómprate un libro de masaje tántrico porque ya no se te empina con tu pareja. Todos somos ángeles. David el Gnomo. Su puta madre. Todo esto aplicado al mundo laboral, a tu mierda de vida social, a los mercados financieros, a tu vida en pareja, a esas carnes que se empiezan a descolgar. Ese silencio incómodo cuando apagas la televisión. Aunque todo vaya mal, tú puedes seguir sonriendo. Y sobre todo: que no se note que te quieres quejar. Busca la excusa de hoy para seguir igual un día más. Y otro más. El optimismo obligatorio porque sí. No hace falta que pienses. Pensar te llevaría a actuar... y no queremos que cambies las cosas, sólo sueña. Así que, por favor, no hagas cambios reales en tu vida: limítate a pensar en positivo. 


                     Editorial Turner, 2011.


Mujeres que aguantan décadas de infelicidad por los hijos, ejecutivos muertos en vida, esposos infelices y puteros, niños con stress de adultos, abuelos abandonados. No pasa nada, sonríe. Posiblemente la más poderosa arma de control social. Te dicen que el mundo físico a tu alrededor no importa, puedes cambiarlo todo con tu pensamiento. Nos hacen  ser niños grandes. No importa que no aguantes a tu pareja, no importa que te exploten en el curro, ni siquiera importa ese pequeño bultito incipiente en tu lóbulo frontal. Sonríe todo el día. Sonríe en la cola del supermercado. Sólo con el pensamiento, cambiarás todo, no se te ocurra dar un cambio real a tu vida. No tomes tus decisiones, sigue sonriendo. No metas demasiado ruido, todo va bien. La reflexión razonada puede ser peligrosa. Si alguien es realista y empieza a cambiar realmente su vida, sus prioridades,... ¡cuidado, es un pesimista cabrón!, un apestado, un sospechoso de algo. Un tipo raro. ¿Quejarte y rebelarte y actuar y cambiar, para qué? Si alguien siente dolor y decide hacer algo al respecto, habrá que vigilarlo. La grúa está llevándose tu coche: sonríe, idiota.








Una perla entre la mierda.

                                                   Extremoduro dixit...
...the guns shot above our heads,
and we kissed... /
... las pistolas disparaban encima de nuestras cabezas,
y nosotros nos besábamos...

David Bowie, "Heroes".-

Pues sí, hombre, sí. Que a veces te llevas una alegría, mira. Y se agradece. Cansado de mucho rock malo -ya no quedan buenos tugurios, demasiado diseño-, mucha chupa de cuero del Zara, flequillitos, ... Todo ese jaleo, ya sabéis algunos, la espuma de la noche. Ya no se puede ni hablar en los bares. Parezco el abuelo Cebolleta. "Cuánto tiempo. ¿Te has dado mechas?". Chicas malas que conocieron tiempos mejores, digo peores. Sonrisas bobaliconas que cuelgan de paladares anestesiados, los más avezados noctívagos entenderéis qué quiero decir. "Cómo mola tu camiseta". Más al fondo: pelos largos, caras enfermas, que cantaba Eskorbuto. Algún imbécil mírameynometoques. Gafapastas entrañables; dan ganas de darles una colleja en plan simpático. Conversaciones a gritos. "Hace 14 años que no te veía, te he reconocido a la primera". Culturetas con foulard pendientes de la gente. "A este grupo lo ví en los noventa, qué caña...". Gente de tres en tres en los baños. ¿Han abierto una boca de metro? Lou Reed en los bafles, policía en la calles. Miradas de rabia y odio en las esquinas. Saludas a algún idiota. Y ya es toda una concesión porque a otros ni te molestas. Nuestra revolución muere con las VPO antes de nacer. Claro que era la revolución de la litrona; tenía las patitas cortas y los bolsillos anchos. Ya no hay billares. La cultura occidental callejera yéndose, en general, a tomar por el culo y yo sin dejar de beber y hablar de tonterías. Benditas tonterías que nos dan la alegría de vivir, desde luego. Los franceses lo llaman  joie de vivre. Pasa alguna ambulancia. Y dos tequilas. Se cae algún borracho. "Estoy bien, cabrones". La Tierra gira sobre su eje y tal. Busco una luna artificial en el techo del bar. Así, en medio de la fauna y flora, como decía, que te llegas hasta el baño a descargar y mientras te la sacudes para echar la última gotita, sucede el milagro. Ves la pintada. Y te imaginas a un tipo haciéndola o a alguna chica, que lo mismo me he equivocado de baño. La escribe deprisa, con trazo decidido y un buen rotulador. Lo esconde bien antes de salir ¿Lo llevará consigo habitualmente como quien lleva el móvil encima?¿Sale de casa con la tinta bien cargada y la frase en la cabeza?¿Improvisa en cada trozo de pared virgen? Le pides el iPhone a alguien (resulta que ahora los móviles tienen cámara y todo) y te cascas la foto del año, qué digo, la foto del siglo. Allí entre la taza de váter destartalada, el olor a desinfectante y el contenedor de tampones. Vale, sí, es el baño de chicas. Sueles esmerarte más en dejarlo todo limpito cuando eso. También pones cara de póker al salir por si hay alguna chica esperando. El mejor escenario mundano para que irrumpa una de las verdades filosóficas más radicales entre tus neuronas que flotan en cerveza. En fin. Al hacer la foto, aprecias en todo un arranque -que crees brillante a esas horas de la noche- que los sentimientos del corazón se escriben  encima de los sentimientos políticos. Como en un plano superior o así. Y con letra más grande también. La sabiduría en las paredes de un bar. Trocitos de poesía entre la mierda (nunca mejor traído el tema copro). La reivindicación del amor en tiempos difíciles. La primavera entre el sinsabor diario. Una gota de color en la madrugada color sepia. Un trozo de vida real arrancado a la indiferencia. Yo qué sé. Que todavía quedan héroes. Pues eso, que se agradece, qué hostias.

Esto es una canción de amor.




When she walked out in the middle of the room,
I believed in God /
Cuando ella apareció en medio de la habitación, 
creí en Dios. 
"I believed in God", Danko Jones. 





Desde la terraza es sábado y verano: las avenidas de la noche llenas de luces rojas y Harley Davidsons. Dios bendiga el día después del viernes, Dios bendiga la estación después del frío. Abro una Moritz helada y doy un trago por esta noche encendida que empieza. Me siento; espero una señal en el cielo. Sobre la mesa, una caja de bombones y una botella de cava vacía. Viene y te pregunta si está guapa. ¿Guapa? No hay una chica más guapa en toda esta puta ciudad. Tetas y piernas, y alma y caderas y corazón y melena suelta y caoba. Ponte esa cazadora de cuero. Estropeo su carmín en el ascensor. Meto la mano entre sus muslos; sombra de ojos y aliento caliente. La puerta se abre y una pareja aburridacasada nos envidia. Ya sabemos que hay matrimonios que acaban bien y otros que duran toda la Vida. Buenas noches-buenas noches. Y mi sonrisa cabrona preferida de labios apretados. Sé que cada luz que titila en el puerto es un puto ángel que me cuida. Un Mai Tai en el Boadas y después, entrar agarrados en el Apolo, hoy tocan Alabama Shakes. 


Hoy mandaremos a Neruda pronto a dormir. 
La sangre ya está seca y, mirad, mi cicatriz es preciosa.

Jódete, Neruda.




Posiblemente, la mejor coctelería del Estado español.
Boadas, Tallers con Ramblas.


Posiblemente, el club de rock más bonito de Europa.
Sala Apolo, en el Paralelo.

Posiblemente, la mejor pilsner del Estado.
Moritz, barcelonesa ella.










Necesito.




Tengo poco, y aún necesito menos. No necesito tu smartphone, no necesito tu tele grande, grande. No necesito un fin de semana en una puta casita de campo, los bares son mi spa. No necesito ser un tipo presentable -uno de mis mayores éxitos en la Vida-porque no quiero ser un tipo presentable. No necesito ir al Ikea el próximo sábado. Necesito -eso sí- un escalofrío de vez en cuando. Necesito tomar una cerveza contigo a las 20 h 37' de un viernes cualquiera. Necesito pocas cosas. El olor de primavera en las calles, por ejemplo. Algunas noches necesito la mano del Diablo en mi hombro, otras una oración que no recuerdo bien. A veces, necesito tirar una moneda a cara o cruz. Necesito mi puto anillo de calavera, mi chupa de cuero ajado. Y de vez en cuando, cada pocos años, siento la extrema, acuciante e imperiosa necesidad de gritar... hail, hail to the good times... we're just livin' for today... con 50.000 tipos a mi lado a quienes no conozco.

Vicente Calderón. 31/5/15.


Estadio Olímpico BCN. 29/5/15.




Iba a poner una música triste en este post ...

... pero que le den por el culo.



Lo bueno de los bares de viejos es que puedes dejar sobre la barra a Dostoyevski y largarte a echar un meado de litro. Te miras en el espejo sucio del baño, qué guapo eres, cabrón. Sabes que cuando vuelvas, el libro seguirá allí, intacto, un radio de dos metros sin gente, al lado de una preciosa, magnífica, soberbia jarra de cerveza apenas empezada. Son esos momentos por los que sabes que Dios te ama, profundamente. Lo bueno de los bares de viejos, digo, es que te encuentras a Juanjo. Ojos oceánicos de niño bueno, cincuenta y dos años en canal a pie de barra. La mirada del buen Cristo, corazón grande, esqueleto de penas. Y bebes con él, claro. Y celebras cosas tan ridículas como importantes. Y amas más la Vida sin saber por qué; no es bueno nunca saber demasiado de nada. Y luego Juanjo te cuenta sobre ecografías y sobre analíticas que no son muy buenas según parece. Qué guapa era la doctora, tú. Y miras a los ojos de Juanjo y crees en la bondad de este mundo. Hay perlas en el barro y hay risas tan puras como la luz entre los árboles en un puto día de primavera. Corona de espinas, espuma de cerveza. Y justo cuando vas a tirar la toalla -el cinismo de la edad es lo que tiene-, te aguantas y haces un chiste malo y sonríes bobalicón y brindas por la Vida puta... que es muy puta la Vida. Y Juanjo te pide siempre la penúltima y nos la apretamos de un tirón con un brindis. Luego, se queda en silencio y entiendes. Y te entran ganas de llorar cuando finalmente comprendes que Juanjo se muere a chorros, negado más de tres veces y sin una María de Magdala que enjuegue -no enjuague- sus lágrimas. Juanjo acariciando el tamo que dejan en el alma los días idos, Juanjo defendiendo sus últimos recuerdos. Juanjo mira a la lejanía, sus ojos de niño, y yo lo veo vestido de domingo en los columpios, veo una madre que lo abraza y una taza de chocolate a media tarde. Las manchas de vino sagrado en la camisa blanca, pongamos sudario. Y un buen día, dejas de ver a Juanjo. Y resulta que el mundo sigue...

 Dios te bendiga, amigo.



"

Desayunando sushi y champagne francés.


Gran Vía, madrugadas de acero, la piel sobre el asfalto.
Reza para que tus sueños no se hagan realidad en Madrid.
"Me asomo a la ventana, eres la chica de ayer".
La Gran Vía es un semáforo en ámbar colgado de una luna de plástico,
un polvo triste en una pensión sucia de Montera,
una ambulancia roja rasgando la noche.
Callao-Noviciado-Chueca-Tribunal.
La noche que quema.
"Luego por la noche al Penta a escuchar canciones que consiguen que te pueda amar".
Una aguja en Ballesta, un Gin Fizz en Chicote, la espuma de las cañas del Palentino, el café del Bellas Artes,  bares de rock de Malasaña.
Gran Vía, que son mil Gran Vías, será hoy los tacones de Ane buscando la espuma del mar bajo la baldosa dura.
Será hoy una canción de Burning y una camiseta de los Rolling Stones,
porque hoy sol sale en Cibeles y se pone en Princesa.
Calle del Pez- la Vía Láctea-Café Manuela-Plaza del 2 de mayo.
No envejecen las ciudades, envejecen los hombres.
No cambia la noche, cambia tu alma.
Madrid-Madriz-Madrí.
"Demasiado tarde para comprender".
Gran Vía, una puta barata con vestido de Versace. 
Una bandeja de sushi con champagne francés para desayunar en una terraza de la sexta planta.


"Mi cabeza da vueltas persiguiéndote".










Regando la tumba del viejo Jimmy.

Regando la tumba del viejo Jimmy Joyce.
Cementerio de Fluntern, Zurich.-




"Spring's a girl from the street at night /
La Primavera es una chica de la calle por la noche".
The Pogues "Dirty Old town"

Dime qué lees y te diré con quién follas. La literatura muere el 2 del 2 de 1922. Joyce le pega un par de tiros en el culo. El Ulises de Joyce mata a la literatura para siempre. Después sólo quedan arrapiezos, fuegos de artificio, evanescencias.... Ah, no... que acabas de descubrir un autor muy guay para fardar en un taller de escritura de frikis con sombreros trilby. Lee el Ulises de Joyce. Lee el Ulises para averiguar que tus dolores cotidianos -oh, tus dolores, mis dolores, la Vida es tan terrible...- son comunes a los hombres desde el principio de los tiempos; nada nuevo, chico, dolores demasiado manidos ya, casi aburren. Bueno, también puedes leer el Ulises para hacerte el estupendo con la gente esa rara -y generalmente torpe- por los bares; sácales una o dos copas, qué hostias. Así que me meto el Ulises de Joyce entre pecho y espalda. Rock and roll. Y decían que Scorsese sabía narrar historias en lenguaje cinematográfico; un niño en pañales. Joyce ya lo ha dicho todo. Antes de Borges, después de Verlaine. Me he cascado la edición García Tortosa. 908 páginas más 200 de introducción. A la vez estaba con Faulkner. Sí, señor. Dios me ha hecho mala persona pero puedo leer simultáneamente El ruido y la furia y Ulises... y deleitarme a cada página. Sin mencionar a Kierkegaard, claro. Alabado sea el Señor, amén. Quizás tú no te veas capaz pero eres una buena persona. Quizás sea preferible.  No intentes el Ulises antes de los cuarenta. Ya... todos lo intentamos a los veinticinco y no, claro... (cara de circunstancias, el emoticono ese perdedor de los cojones). Si lo intentas después de los cincuenta es posible que tampoco lo termines. Posiblemente no lo leerás completo en tu Vida, la verdad. No te sientas mal, cuida a tu mujercita, vete al fútbol los domingos. No blasfemes y mantén regadito el jardín de los cojones. Recuerda que eres un buen tipo. No te saltes el capítulo de la biblioteca, que te conozco. Yo lo leí en un bar de chinos, medio borracho y bajo atentas miradas bobaliconas. Algún día un post sobre leer en los bares de chinos; benditos sean... Al grano... Ulises, jesuítas en tranvías. Espuma de cerveza negra y el muerto en la caja. ¡Zas! El ruido de una liga de mujer estirada que al soltarse golpea el muslo. Stephen debería haber cuidado a su madre, un dulce beso en la mejilla. Jimmy, arrodíllate tú también ante tu vieja moribunda. Yo beso a mi madre cada día. Y bebo cerveza rubia, negra y colorada y verde. Joyce sabe que Dios es un grito en la calle. Bach inventó el contrapunto, Joyce lo puso negro sobre blanco. La sorna de Cervantes llevaba a la crueldad. Y creemos que Cortázar es original. Molly y su alma/coño caliente y aventurero. Un desayuno en la cama y un monólogo. Stream of consciousness y todo el rollo, pero eso es sólo el principio. Buscando una tasca para comer. Y los borregos en misa o contemplpando el desfile del virrey. Crac-crac, el sonido del mundo. Una eyaculación es un fuego artificial estallando sobre la bahía. Flores y alfileres, semen y tinta fresca, el Ulises.  Dublín, entre el Sagrado Corazón y un almacén de vinos. El cadáver hinchado de un perro en la playa. A los paisanos del capítulo doce me los he encontrado esta noche en el bar de abajo. Un riñón frito sin panceta es un universo vacío. Quizás el Sumo Hacedor tenga sentido del humor a fin de cuentas. Y las tripas haciendo ruidos y un zurullo grande y hermoso saliendo por el recto  en un WC destartalado. Eiaculatio seminis inter vas naturale mulieris.  Aquino, ciego de pintas, allí al fondo, en la penumbra, y las cinco vías tomistas en el fondo de un orinal, publicidad de laxantes. Irlanda, entre el verde y la bota, isla de santos y borrachos. Leopold y su pequeño muerto que le quema las entrañas; los muertos suelen ser muy pesados. Leopold ,su paseo por la ciudad, el mundo, el universo y la historia. Es por tu Vida por donde se pasea Leopold. Millones de hombres  muertos y enterrados. Pero eres tú -soy yo- el importante. Subir al cielo aun utilizando la escalera de servicio. Joder, el Ulises, si empiezas riéndote, sabes que acabarás llorando. Me despierto a las 2:53 de la madrugada y sigo leyendo. Ulises abierto por la mitad entre mis calconcillos y mi camiseta. Ahí, en el suelo, en la penumbra de la habitación. Me empezó a obsesionar de verdad en el capítulo cinco. La Vida está ahí. El viejo Jimmy, autoexiliado en Suiza, broncas en los bares. Te veré en Zurich mientras muere la primavera, mientras muere el mundo y tú te descojonas en tu tumba. Derramaré cerveza en tu lápida, viejo cabrón. Ppprrffffrrrpppp. El ruido de mi culo, el mundo que gira. Un tremendo eructo en la cara de Dios es el Ulises, una paja desesperada como todas las pajas. Bueno, vete a la biblioteca más cercana e inténtalo de nuevo... Doble contra sencillo a que no llegas al capítulo cinco. 

Si pierdes, me invitas a beber por ahí. Y brindaremos por el viejo Jimmy.


Tumba de Joyce.-




Flâneur.




Dándomelas de flâneur, en el Raval.- 
Flâneur. Caminante sin rumbo por la ciudad, por una ciudad que merezca la pena, pasear por las aristas de tu alma mientras tus ojos se llenan de Vida. Creo que no todo el mundo sirve para ser flâneur. De entrada tienes que estar en la ciudad adecuada. No vale cualquier ciudad. Vale París, vale Évora, vale Barcelona. No vale Jaca, no vale Mansilla de las Mulas ni vale Guadalajara aunque siempre se puede intentar si no tienes otra cosa a mano. Quién sabe si valdría una Soria crepuscular y machadiana. Y si ya tienes la ciudad, no vale cualquier barrio. Vale Montparnasse, vale el Trastevere, vale la Alfama. Y tampoco vale cualquier melodía en tu cabeza como tampoco vale pensar en cualquier mujer, ni vale ir vestido de cualquier manera, ni  tener cualquier fruslería ocupando tu mente. No. No todo el mundo sirve para flâneur. Definitivamente. Ser flâneur es una actitud. Además, cualquier día no es apto para un buen flâneur. Uno no elige el día, que suele ser una mañana preferiblemente. Esa mañana tienes que estar solo, condición fundamental. Tampoco está mal madrugar un poco, no vaya a ser que te hayan abierto los bares y te eches a perder a las primeras de cambio. Una hora buena serían las nueve o diez de la mañana de un día laborable para los demás. Por supuesto, a  estas alturas se comprenderá que para ser un buen flâneur, tienes que haber vivido ya alguna pena dura, tienes que haber tenido tu puñado de alegrías y tu alma no debe ser gris ni indiferente. Lo más recomendable es que hayas muerto y resucitado un par de veces en tu Vida. Que ya no cumplas los cuarenta también ayuda. Que te hayas dado un baño de tumba -decía Neruda- hace no mucho. Que ese día no haga frío ni calor, ni que estés especialmente  triste ni alegre. Ya he dicho que un buen flâneur no elige el día, el día le elige a él, un barrio y una fracción del día te eligen de pronto, así, de vez en cuando. Y Ane trabajando al otro  lado de la ciudad. Pero cuando te toca una mañana de flâneur, lo sabes, claro. Así que te pones esa camisa rara, la americana de terciopelo y el sombrero. Y las Martens azules. Y sales sin tener la más remota idea de hacia dónde se dirigen tus pasos pero intuyendo que algo especial sucederá; sucederá todo y sucederá nada. Acabarás, por ejemplo, en el Raval despertón, de repartidores y suelo recién baldeado, de olor a pan sencillo recién hecho y prensa fresca. Y por allí caminas y no piensas en nada. Y ves rostros y colores y Vida. Y caminas. Entras en un café, entras en una librería. Haces como que quieres ligar, así... de lejos, como ya retirado, desentumeciendo el cómo era, con la chica de la tienda de ropa de segunda mano y ves a través del cristal a los secretas pidiendo la papela al Alí, que vende chocolate rico y que ya le tienen dicho que no lo quieren ver más por aquí. Cuando la mañana va tomando forma, a eso de las doce, te echas una cerveza con mucho giste, claro. Con una bomba  -patata y carne rebozada-, salsa picante a un lado. Y mandas un mensaje a Ane por si hay que comprar una sepia para el arroz en la Boquería a la vuelta. Y sigues caminando, y sigues viviendo y sigues amando, cavilando, soñando...  Y piensas, de golpe, que un día todo se detendrá. Pero hasta entonces... ¿hay algo mejor que seguir caminando?







La liturgia pagana de los hombres libres.



"We are The Dictators, we come from NY and we play rock and roll... One, two, three, four...". A partir de ahí, todo a tomar por culo, se sueltan los perros y sálvese quien pueda. Claro que los mendas podrían llamarse de otro modo y venir de otro sitio pero el ritual sería el mismo siempre que tocaran también rocanrol. Un derechazo de energía, decibelios y acordes como una cascada de dopamina en tu puto cerebelo, una descarga en tu médula espinal sin sulfato de anfetamina artificial por medio. Una patada en los cojones. Sudor y rabia. Un puñado de watios que llenan tus venas de pecados sucios, los mejores. Una ceremonia que lleva produciéndose más de medio siglo en todo el mundo, atravesando tres o cuatro generaciones. Pequeños clubs, pabellones cubiertos o gigantescos estadios. El milagro se produce igualmente. Más magia en salas pequeñas quizás aunque el milagro no entiende de recintos ni aforos. Porque el milagro son cuatro o cinco tipos con mala baba y aviesas intenciones y un público de colmillo retorcido pero llenos de amor universal, hermanos y hermanas. Como ese momentito de íntima comunión con el Señor en misa de doce; el éxtasis pagano del hombre libre. ¿Por qué será que es tan difícil describir el primer minuto de un concierto de rock? Catarsis de medianoche en sábados eléctricos. 

Si no entiendes de qué hablo, ya puedes visitar otro blog de mierda por ahí... No hablo de aprenderse la historia del grupo, saberse la cronología de sus discos ni de qué color son las bragas de las groupies. Hablo de ese minuto, del Minuto. Esos primeros sesenta segundos en los que retumba el suelo del local bajo tus pies, tus pelotas tiemblan porla potencia de los amplificadores, cuando dejas de oír a quien tienes a tu lado y sólo tienes tiempo para abrir tus ojos chispeantes y apretar los dientes. Ese minuto que te recarga de energía para tener otra vez presente que puedes hacer lo que quieras con tu Vida cuando salgas de nuevo ahí afuera. Ese minuto que te dice que nunca perderás esa actitud hasta el día que te mueras. El minuto que te dice que las cosas son blancas o negras. Un minuto que te enseña más que cien libros. Y después volverás a tu oficina, volverás a la fábrica, volverás a las facturas y a los domingos por la tarde. Sí, volverás... pero con esa sonrisa extraña y brillante para seguir haciendo lo que supone que no debes hacer, para estar con quien se supone que no debes estar y para pensar lo que se supone que no debes pensar. Deja de poner chorradas en el Facebook, deja de ver la tele, deja de oír la música enlatada que acompaña este post, sal a la calle y entra en la primera sala en la que toque una banda de rock. Chupa de cuero, cerveza y serrín.







Disfruta ese eterno minuto que dura más allá de la simple juventud.
Quizás pueda cambiar tu Vida. Hasta el puto día en que te mueras.



Con "Handsome Dick" Manitoba,
el padre del punk-rock neoyorquino.

Besos como putos manantiales de primavera.









Café Gloria. El Café Gloria tiene poco de café, de la tal Gloria ni se sabe y la gloria en sí misma ni asoma la jeta por allí. Uno va al Gloria a beber, para qué engañarnos. Uno se llega hasta allá para despacharse un carajillo o un chupito Baileys alguna vez y un par de cañas las más de las veces. Claro que están los habituales del solysombra y el gin-tonic con Larios, "un chorrito largo, niña". Aparece algún rarito de JB con Seven Up -gafas de sol en la frente, cosa que es siempre sospechosa-, pero los modernos aparecen sólo los viernes o vísperas de fiestas de guardar, y son los menos. Porque lo habitual en el Café Gloria -mucho de pena y poco de gloria, ya digo- son los prejubilados de banca, algunos sindicalistas liberados con chaquetas de lana y currelas de buzo azul que instalan el gas y cosas así. A veces se deja caer alguna señora de chándal rosa, una Maricarmen de monedero justito y tragaperras chillón que siempre le da color a la cosa. Los parroquianos salen a fumar Ducados, claro, como a hurtadillas, en la puerta. Salen a fumarse la Vida que son cuatro días y la mitad noches. Y hablan de sus cosas, de la existencia de Dios, de la no existencia de Dios y de los watios de las bombillas del baño. En el Gloria se sabe mucho de alicatados y del Sporting también. El paisanaje es como un tapiz de hojas crujientes que va pisando el otoño porque el Gloria es a cualquier hora un eterno domingo por la tarde en octubre. En el Café Gloria siempre hay puesta una peli del oeste en una tele grande al fondo. Todos miramos en silencio la película y todos suponemos que debe de haber otra Vida ahí afuera. En esos westerns el malo siempre pierde y el bueno se lleva a la chica. Pero el Brigi sabe que no siempre pasa así en la Vida. Y es que el Brigi, cuando se emociona, te empieza a contar su historia. Menuda historia la del Brigi. El Brigi llora a veces. Sus lágrimas se juntan con su ginebra y te dan ganas de abrazarlo, qué hostias. Puerca Vida. Después el Brigi te invita a algo, claro. Ya he dicho que uno va al Café Gloria a echarse a perder y a alegrarse el coleto. Y uno aprende cosas en el Café Gloria, aprende que la Vida no es buena ni justa ni amable. Uno aprende que la Vida hiere y la Vida duele y te agarra a veces de los cojones fuerte, fuerte. Que la Vida es un poco puta, vamos. También aprendes a querer a tipos como el Brigi y a su mujer que desde hace un tiempo no recuerda ni quién es porque recordar, lo que se dice recordar, no recuerda ni su nombre. Pero me dice el Brigi que sólo se acuerda de una cosa, que sólo reconoce una cosa: sus besos. Besos de mantel de hule y cafetera vieja. Besos ya irremediablemente castos, dulces como la uva de un septiembre acabado. Besos con sabor a fresa. Besos de flor y miel sobre su boca, sus párpados, besos  dados con unos labios que tiemblan sobre sus mejillas y su frente. Pero besos frescos como un puto manantial en primavera. Besos que hacen que Rosa -así te llamas, Rosa, así te llamas-  recupere la sonrisa y mire a Brigi como lo miraba hace quince, hace treinta años. Besos que hacen que se amen a través de una mirada siempre a punto de romperse como si tuvieran veinte años de nuevo. Besos que devuelven a Rosa, y al propio Brigi, a la Vida durante unos segundos siempre escasos. Yo sé una cosa, sé que Brigi no tira la toalla cualquier día de estos sólo por esos segundos que cada día se le escurren entre las manos como agua imposible de retener. Como un tiempo que nunca volverá. Como una soledad llena de campanas.