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Desayunos al final del Amor.

¿Y las risas? ¿Y las caricias? Pero, ¿y el brillo en los ojos? Ahora ya no. Suena el despertador y rutinas y gruñidos. Ya no hay ni siquiera zumo de naranja recién hecho. Legañas y prisas. Y mala leche. No comparte con ella la ducha. Prefiere plancharse la camisa en un cuarto en penumbra a desayunar con ella. Ella ya no lo reclama en la mesa, ya no juega a mancharle con la mermelada. Es que hoy llueve, o es que hoy debe llegar antes a la oficina. Ya sabes, la gran ciudad hoy en día. Y los putos pelos de la ducha que la atascan cada dos por tres. ¿Por qué cojones le apaga la plancha?
Pero hoy todo cambiará. La otra chica le ha escrito: llevará una rosa roja para que la reconozca, a las ocho de la tarde, en aquel bar de la parte vieja con un póster de Al Pacino.


¿Y los mimos? ¿Y la mano que tocaba juguetona sus tetas? Pero ¿y las ganas de besarse  al despertar? Ahora ya no. Suena el despertador y pereza y frío. Ya no hay ni siquiera tostadas recién hechas. Bostezos y silencios. Y mala leche. No comparte con él la ducha. Prefiere desayunar mirando la calle gris desde la ventana mientras él plancha. Él ya no la reclama en la mesa, ya no juega a llenarle la taza hasta el mismo borde. Es que hoy llueve, o es que debe llegar antes a la oficina. Ya sabes, los trabajos de hoy en día. Y el puto vaho en el espejo porque siempre se ducha cuando ella se maquilla. ¿Por qué  cojones pone esa emisora de par de mañana?
Pero hoy todo cambiará. El otro chico le ha escrito: llevará una rosa roja para que lo reconozca, a las ocho de la tarde, en aquel bar de la parte vieja con un póster de Al Pacino

La belleza de 15 minutos en un viernes noche.

Desde que tengo uso de razón, el mejor momento de la semana es la noche del viernes. Cuando vas al cole, a la Universidad o cuando trabajas. No la del sábado, a la que le suele seguir un domingo generalmente aburrido e improductivo. Sin embargo, a la noche del viernes le siguen dos días de descanso. Como si todo lo que haces de lunes a viernes tuviera como premio el ser tú realmente en la noche del viernes. Es el momento en que eres más tú. Sabes que será efímera, pero tuya. Y no hay tantos imbéciles en los bares a quienes debas saludar y escuchar su palique tan mortal y vacío como ellos como en un sábado. Suelo poner cara de circunstancias -justo la que ellos desean, voy probando-  con un "ajá" aquí o un "claro" allá que parece dejarlos satisfechos.  Así que allí estaba yo hacia las nueve de la noche. Ella no ha llegado. Como debe ser. Chicas: en vuestra primera cita "oficial" quince minutos de espera es lo oportuno. Si tardáis menos pareceréis ansiosas; si más, descuidadas. Y eso no nos mola. Además, dais tiempo al chico para que se eche al coleto su primera cervecita de la noche. En botellín, por supuesto. En fin, pueden ser imaginaciones mías pero cuando llevo una camiseta de los Rolling... acaban sonando los Rolling; siempre he pensado que ejerce sobre quien pone la música una especie de mandato subliminal, inconsciente. Claro, siempre que no sea un bar de viejos regentados por chinos o de pintxos fashion. Como ya supondréis yo selecciono mis bares, es como seleccionar tus lecturas o tu música. Los bares que frecuentas dicen mucho de ti. Bueno, al grano. Me apoyo en la barra, solitario, un punto chulo -¿qué pasa?-,  me quito la chaqueta de cuero y empiezan a sonar los Stones. Desde crío frecuento ese bar. Le pregunto al camarero por otro camarero que trabajaba antes -apodado "El serbio", jamás supe su nombre- pero más de aquí que las villavesas. Recuerdo las cintas pirata de los Clash que le dejaba; a cambio bebía gratis media noche. Bueno, el Serbio "ha dejado la hostelería". Diez años fuera de esta ciudad dan para algunos cambios, debo ser consciente. Pasan los minutos y pienso en la chica. Y no hablo de lo de siempre: belleza, misterio, inteligencia, humor, conversación y sensibilidad. Eso lo tienen todas las chicas que han salido conmigo. Si no, no lo habrían hecho. Así que cumpliendo esos mínimos, sin los cuales es mejor estar solo, uno empieza a valorar las cualidades que realmente importan y que son las netamente diferenciadoras: que pueda beber tanto como yo y que distinga a Oasis de los Who -cuando toca la guitarra desnuda, no te atreves ni a respirar por miedo a alterar el sublime equilibrio del universo-. Aquí llega, los quince minutos que os decía antes. Importante: hay que observar si hay un cambio desde la última vez que la visteis, un pelo alisado, una prenda recién comprada,... si es así , todo irá bien. Estoy de enhorabuena: nuevo peinado y recorrido por tiendas.  Y no nos engañemos, uno también se ha recortado la perilla o ha elegido una cazadora molona. El diablo está en los detalles. Y es que  uno tiene sus cositas, aunque vayamos en plan "eh, nena, soy un chico rockero que voy de durito". Y en esos precisos instantes del inicio de la noche, las sombras del pasado y las incertidumbres del futuro no existen; sólo existe el aquí y ahora. Así  que allí estoy: viernes noche, pasta en el bolsillo, rocanrol y la chica más guapa de la ciudad a mi lado en un bar.Y muchas horas por delante. ¿Alguien da más? 

Canción ad hoc para esperar a una chica en un bar un viernes noche mientras pides una cerveza:

Es inútil que te resistas. El cambio, la crisis y la oportunidad.



Todos los grandes sistemas que se pensaban eternos y en posesión de la verdad más inamovible y absoluta han acabado yéndose majestuosa, sistemática, inevitable y deliciosamente a tomar por el culo. La cultura egipcia, el Imperio Romano, el absolutismo y el Tercer Reich entre decenas o cientos de otras propuestas, sistemas, teorías, creencias, ideologías, costumbres y supersticiones. Y ahora, a ti, te da miedo el hacer un pequeño cambio en tu vida. Un cambio minúsculo, ridículo en la corriente de la historia. Precisamente la esencia de estar vivos es estar en cambio constante, entre otras cosas porque el cambio es inevitable al igual que los días pasan al ritmo de las estaciones. Las "crisis sistemáticas", los ciclos no son sino la verdad de la Vida. Podemos asustarnos ante ellas, analizarlas, criticarlas, ignorarlas pero al final, si estás vivo, te alcanzan y entonces has de decidir sumergirte en ellas con naturalidad... o pelear contra ese cambio que la vida te propone , luchar infantilmente porque es una pelea perdida de antemano. ¿No es mejor aceptar el cambio y disfrutarlo de alguna manera? Vivimos en nuestro paradigma psicológico que nos impide avanzar y encima nos engaña pensando que esa es "nuestra verdad", nuestra cómoda verdad moral o mental. Nuestra cobarde verdad, y por demás, peligrosa, inútil y paralizadora la mayor parte de las veces. Gran parte de ese paradigma psicológico que arrastramos y del que estamos orgullosos de poseer, no son más que costumbres aprendidas, nada emocionantes, burguesas en el sentido filosófico, prestadas y aburridas. Nos estabilizamos en una zona cómoda. Mortalmente cómoda. Si alguien viste de forma estrafalaria, nos reímos. Si alguien ayuda a otro de forma desinteresada, alberga intereses ocultos. Si alguien se acerca sin conocernos, hay que estar alerta. Si nos desvinculáramos de ese bagaje absurdo de temor al cambio e ideas preconcebidas, mañana al despertar nuestra vida sería tremendamente excitante. Posiblemente, entraríamos en una zona desconocida, a veces peligrosa, inquietante pero llena de pulso vital e ideas no preconcebidas. Pero habríamos dejado de autoengañarnos hasta la muerte. Además seguro que estás deseando comprarte esa camisa tan llamativa o pedir a tu compañero/a sexual probar eso que tanto te molaría  experimentar... pues hazlo, el mundo no se va a detener por eso.

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Las personas más interesantes que conozco han hecho cambios radicales en su vida, algunos difíciles, otros impuestos desde las circunstancias y otros buscados  pero tienen una característica común: han aceptado enfrentarse al cambio, mirarlo de frente para seguir con su vida, para ser más ellos. Personas que han luchado contra unas circunstancias que las llevaban a estar muertas en vida, y han aceptado el cambio para vivir una vida elegida, libre, no impuesta y anuladora. Va por ellos.

* Ideograma chino que significa tanto "crisis" como "oportunidad" (Wei ji).


Algo va mal. Tony Judt.

Después de tres jornadas de fornicio intenso, bares (debéis probar el vodka negro), conversaciones y encuentros maravillosos, nada como marcarte una crítica de un interesante libro sobre filosofía política. Ha de haber tiempo para todo, no? Al autor le diagnosticaron una esclerosis mortal y después de unos meses paralizado de cuello para abajo murió en agosto de este año no sin antes haber conquistado cierta fama como ensayista de la actualidad política mundial. Si bien el título es para acojonarse de entrada ("Algo va mal"), la verdad es que merece la pena leerlo para conocer algo mejor el mundo en el que vivimos (absténganse conservadores, radicales y gente de similar ralea). Después de hacer un resumen bastante típico del discurrir de la filosofía política de las últimas décadas (keynesianismo, socialdemocracia, el estado del bienestar que tan contentos nos tiene,  la Tercera Vía, emigración, intervención del Estado ...) llegamos a la actualidad. La cosa está jodida, ya lo sabemos. Pero ¿qué hacer además de quejarnos de los bancos, los ricos, Wall Street y demás? Pues la respuesta de Judt está en los sentimientos morales, corrompidos en gran parte.¿Por qué la filosofía política ha sido oscurecida en los debates públicos y políticos? Los economistas clásicos se preocupaban por ella ¿Qué poder real tenemos los ciudadanos supuestamente libres para decidir la sociedad que queremos? ¿Es suficiente votar cada cuatro años? Somos insensibles a los costes humanos de la políticas sociales aparentemente racionales cuando nos dicen que contribuirán a la "prosperidad general". Necesitamos una nueva visión moral del Estado, de la política, algo que ya decían los griegos, un sentido de dirección moral inexistente incluso en los Estados desarrollados con sistemas de representación política corrompidos e ineficientes. 

"Incluso si admitimos que la vida no tiene otro fin superior, es necesario que adscribamos a nuestros actos un sentido que los trascienda. Para la mayoría de las personas casi nunca basta con decir que algo nos beneficia materialmente o no. Para convencer a los otros de que algo es correcto o erróneo, necesitamos un lenguaje de fines, no de medios. No hace falta que creamos que nuestros objetivos tienen buenas posibilidades de alcanzarse. Pero sí hemos de poder creer en ellos"


Más extractos interesantes, aquí.




Si habéis leído esta chapa hasta aquí, mi más sincero agradecimiento, majos.